Entrar a los cuarenta es de “terror” para muchas personas, sin embargo, si vemos lo maravillosa que es esta etapa podremos viajar mucho más ligero.
Entrar a la crisis de los 40 tiene sus grandes ventajas: somos más maduras, tenemos más experiencia, somos más conscientes… y, si hacemos un inventario de todo lo que hemos vivido, no tiene precio.
No todo es de color de rosa, pero aún con todos los tropiezos, pérdidas y dolor, seguimos de pie.
Haciendo una introspección sobre mi vida, pude darme cuenta de que muchas veces me sentí “perdida”, que no encontraba el sentido, mi objetivo, mis sueños, mis metas y lo que realmente quería para mí: perdí la brújula de mi vida.
Un ejercicio para retomar tu dirección
Recordé un ejercicio que mi padre me compartió y lo puse en práctica, y es tan sencillo que muchas veces lo paso por alto.
Simplemente se trata de preguntarme ¿qué me hace sumamente feliz? Al escribir mis respuestas puedo redireccionar la brújula de mi vida.
Comparto contigo este pequeño ejercicio y palabras porque en los últimos años me he encontrado con viejas y nuevas amistades que de repente sienten que han perdido la brújula de sus vidas… y es normal sentir que el rumbo por donde vamos y hemos llevado nuestra vida no es el que queremos; lo importante es hacer una pausa y determinar hacia dónde queremos llegar y qué queremos lograr conscientemente.
Si te pones a pensar, estamos viviendo una gran etapa de nuestras vidas, una etapa donde tenemos la fuerza mental y física para podamos disfrutar en paz lo que viene en los próximos años. Tener más de cuarenta años no es pecado, ni es malo, ni estamos viejas, ni solas… si cambias de actitud de cómo te sientes y cómo te ves estoy segura que te sentirás mucho mejor.
Esta etapa es la mejor, eres muy afortunada en este andar de la vida y pesar de esos “tropiezos” -llámese divorcio, viudez, pérdida de un ser querido, ruptura de amistades, cambio de trabajo- hoy tienes en tus manos el poder de darle vuelta a la brújula de tu vida.
Solamente tú eres quien puede recuperar tu vida y sí es posible, en la medida que dejes de darle poder energético a los demás de que opinen, decidan y determinen qué y cómo debes hacer las cosas.
Equivocarse no es malo, ni perder el rumbo tampoco, simplemente la vida te pone un gran buffet de oportunidades que tú eliges tomar o dejar ir.
#1 Escribe y escúchate
Escribe todo lo que has dejado de hacer por lo que piensen, opinen o digan los “demás”, cuando tengas la lista completa repite en voz alta: A partir de hoy yo soy quien decide, elige y toma acción sobre mis sueños.
#2 Alimenta tu alma
Lee un libro que alimente tu alma, algunos temas que te sugiero son: La Búsqueda, El monje que vendió su Ferrari, Hablando Sola, El Vendedor más Grande del Mundo, por mencionar algunos.
#3 Medita
Regálate 20 minutos de meditación al día; no permitas que las excusas se apoderen de tu valioso tiempo, TE LOS MERECES. En esos 20 minutos ríe, llora, llama a alguien que hace mucho tiempo no haces, haz algo que dejaste de hacer por pena o porque sentiste que no tenía sentido hacerlo, ve a una clase divertida… lo importante es que recuerdes que tú también tienes tiempo para ti.
#4 Piensa en tus logros
Haz una lista de todos tus logros, todos tienen un valor y todos cuentan, por muy pequeños que sean, si tú no crees que tengan importancia ponles un número a cada uno y luego pon una foto de cada logro. TODOS CUENTAN incluso: lograr haberte divorciado, haber terminado con algún asunto...
Este ejercicio hazlo en una cartulina blanca para que lo veas en grande.
#5 Carga una "brújula"
Recorta una foto de una brújula y llévala contigo, cada vez que creas o sientas que pierdes el norte, o el sentido de tu vida ve la foto. Con este ejercicio vas a recordar que tú eres quien le da el sentido a cada acción de tu vida y tu actitud será determinante.
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